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Morena y sus retos internos: ¿una contradicción de origen?

El principal obstáculo que hoy enfrenta Morena —y sus gobiernos— podría resumirse en una autoincriminación: es el partido mismo quien está generando y agudizando sus problemas.

Desde la alternancia entre la presidencia de Andrés Manuel López Obrador y la llegada de Claudia Sheinbaum, ha imperado un ambiente de ausencia de control interno, marcado por acusaciones recurrentes de nepotismo, corrupción, alianzas cuestionables y soberbia política.

Los escándalos incluyen incapacidades organizadas como los excesos de figuras como Gerardo Fernández Noroña, Rocío Nahle, María del Pilar Ávila (Baja California), Layda Sansores (Campeche), Mario Delgado y Ricardo Monreal, además del irregular entorno que rodea a Adán Augusto López y Andrea Chávez. Cada caso suma desconfianza y disonancias al discurso inicial de transformación y rectitud.

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La falta de cohesión interna es evidente. La agenda de gobierno de Sheinbaum se topa con la autonomía de gobernadores afines a AMLO, quienes actúan bajo lógicas estatales propias, con casos mediáticos como el estadio en Nayarit, la ley de “ciberasedio” en Puebla, agresiones a periodistas en Campeche y hechos de corrupción en Baja California.

En respuesta, se han impulsado propuestas como reformas contra el nepotismo que Marcos aplazó hasta 2030 y prohibiciones internas al financiamiento privado. No obstante, las críticas apuntan a que estas medidas son tardías o superficiales, incluso tachadas de “una tomadura de pelo” por actores externos.

El caso más reciente e inquietante es la vinculación política con crimen organizado, centrada en el entorno de Adán Augusto López, cuyo exsecretario de Seguridad está bajo proceso por nexos criminales. Aunque Morena asegura que no protegerá a nadie, el tema ha tensado al partido, mostrando grietas profundas.

Todo ello se suma a reformas en materia electoral impulsadas por Sheinbaum, cuya iniciativa ha despertado críticas por su falta de apertura y consenso. Se acusa al partido gobernante de querer remodelar el sistema electoral sin considerar pluralidad ni participación ciudadana, lo que amenaza principios democráticos fundamentales.

Mientras tanto, actores como Ricardo Monreal advierten sobre la debilidad institucional de Morena ante su rápido crecimiento, la falta de estructuras propias y la confusión derivada de reglas poco claras, incluyendo debates sobre la ley contra el nepotismo y escándalos internos.

Este escenario refleja una debilidad profunda que supera a la oposición, y pese a acusaciones mutuas, ésta no ha logrado construir una propuesta viable ante el desgaste del oficialismo, perpetuando un clima de polarización estéril.

Conclusión: Morena parece atrapado en una paradoja: acusa al sistema, lo confronta, pero luego reproduce las mismas prácticas que censura. Si no encuentra disciplina interna, transparencia genuina y liderazgo consolidado, corre el riesgo de desmoronarse desde adentro, muy lejos de la transformación que alguna vez prometió.

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